Desde la segunda década del siglo pasado, cuando aquellos Locos de la Azotea transmitieron por primera vez una audición radial, jamás has dejado de crecer, en algunos momentos a pasos agigantados, en otros lentos y con temor a ser boicoteada, pero nunca detenida, esfumando la utopía de quienes querían hacerte a un lado y anotarte en el inventario de la historia junto a las ruidosas fonolas y los rayados discos de vinilo.
Estuviste en casi todos los grandes acontecimientos de la historia mundial, atravesando el éter y penetrando los oídos silenciosos de la gente, quienes gracias a tus ondas sonoras han podido informarse, conocer, descubrir, imaginar y porque no, divagar con tus diferentes audiciones.
Vieja y querida radio, que sería de los pueblos si no te hubiesen creado, como se habrías atravesado fronteras y murallas de contención sin ser divisados por quienes en esos momentos querían reprimir el acceso público.
Cuantas veces has alertado, prevenido, aconsejado, educado, persuadido, alegrado, entristecido y muchas otras, has hecho pensar y actuar de varias formas a quienes ni siquiera entendían lo que pasaba.
Fuiste testigo de enojos y calenturas, seguramente alguien alguna vez habrá atacado a tus transistores, en momentos de enardecimiento y en tantos otros te habrán acobijado en momentos de soledad y/o melancolía junto con tristeza.
Con tu amplitud y frecuencia modulada, llegaste, estás y penetrarás los oídos y mentes de cada persona que en algún momento encendieron, prenden o conectarán un sintonizador y ahí estés, firme al pie del cañón, como en tu primera aparición aquella noche fría de fines de agosto de 1920.
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