El reloj ya casi marcaba las 20:30 hs y por la puerta principal apareció Fidel, camisa floreada, pantalón blanco y zapatos lustrados, listo para brindar su mejor repertorio salsero junto a su entrañable amigo Josele. Contrabajo y timbaleras en mano, todo listo para la gran zapada centroamericana. Una vez que el sol se ocultó, los clientes empezaron a llegar y el Bodegón comenzó a tener vida.
Rum, Cuba Libre, Mojito, Daiquiri y Whisky, todas bebidas fuertes que con mucho hielo hacían más llevadero el calor. Y entre copa va y copa viene, se armó el bailongo y la fiesta explotó. Ritmos caribeños y meneos sensuales se apoderaron de la noche. Todo era algarabío y jolgorio hasta que los gallos empezaron a anunciar que el día venia arrancando, mientras que unos pocos borrachos quedaban tirados por los rincones y otros dormían sobre las mesas.
Josele y Fidel tocaban su último tema mientras Flora trataba de despertar a Raúl, el conductor de un taxi que había bebido de más y estaba soñando sobre una mesa. Después de tanto insistir y entre maldiciones y enojos logró despabilarlo, pero el estado etílico del conductor fue mucho más fuerte que su educación y quiso aprovecharse de Flora.
Desde la otra punta observaba todo Fidel, quien al ver el abuso del chofer, de un solo salto corrió a socorrer a Flora y se trenzó en forcejeo con Raúl, quien sacó un facón y se lo enterró en el abdomen. Inmediatamente Juanico echó a patadas al taxista y Benito llevó a Fidel al hospital, en donde curaron e internaron a la espera de su pronta mejoría.
Mientras tanto en el Bodegón de Abajo solo había quedado Josele apoyado en sus timbaleras recordando y añorando lo felices que siempre fueron haciendo música, mientras que murmuraba un rezo para que su amigo se recuperase y este bien pronto, así juntos pueden volver a salsear.
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