sábado, 19 de noviembre de 2011

La virtualidad social condena

Noventa y ocho de cada cien usuarios de la web tienen redes sociales, llámese Facebook, Twitter, Myspace, Linked in, Hi5, Badoo o Sónico, entre tantas otras. Y el 76% de estos consumidores no toman ni un mínimo reparo del riesgoso que implica pertenecer a una red cibernauta social.


La gran mayoría de las personas que prender una computadora, navega por internet y se crea una cuenta en una red social, coloca todos los datos que le va pidiendo la afiliación, sin antes haber leído detenidamente la inmensa cantidad de hojas de las que está compuesto el contrato virtual y así sitúa identificación personal, dirección, teléfonos, cantidad de familiares, etc, etc, etc; todos datos fidedignos que son proporcionados en exclusividad perpetua al dueño del sitio, quien vende, al mejor postor, toda la información, fotos y videos que se publican.

Si bien es cierto que las redes sirven para encontrar a aquella persona que hace años que no se ve, también y en su gran mayoría se usan para ver las fotos de los otros y para que todo el mundo pueda ver las propias y obviamente sean comentadas. Un amigo que se mudó lejos, el primo que se fue del país, la hija de la vecina de la tía del pueblo, un viejo amorío y hasta el cartonero del barrio suben fotos para sentirse vivos, y esperan que se las comente para confirmar que SÍ, realmente existen.

Según la Licenciada Paula Sibilia, creadora del libro “La intimidad como espectáculo”, uno es lo que se ve y cada uno es aquello que sabe mostrar, pero hay que saber administrarse como una empresa, ya que sino quien está del otro lado del cableado puede hacer mal uso y abuso de lo publicado inocentemente en post de figurar y sentir ser alguien en el mundo.

Sepan los usuarios de los enlaces cibernéticos de la web 2.0 que son partícipes indefensos de la vidriera más grande del mundo, la cual, en muchos países, es considerada como el espionaje más colosal en la historia de la humanidad. Y así, la masa mundial se va convirtiendo, de manera inconsciente, en un World Big Brother, donde todos miran las miserias de todos, mientras son verdugos y solidario al mismo tiempo, conviviendo bajo una misma plataforma informática que potencia aceleradamente el condenar de sus miembros.

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